domingo, 11 de enero de 2015

La mochila de tu esencia

¡Joder Como cuesta! Como cuesta creer que es verdad, que la calma no te había abandonado para siempre, que ser feliz es un realidad y no un “coñazo” que sólo ocurre en las películas. Y joder qué imbécil te sientes cuando miras hacia atrás y te ves ahí, en medio de la nada, perdido, desaparecido, inerte. Pero que bien sienta esa sonrisa que sale sola, sin más, porque te la mereces, porque quieres reír y no te importa llorar.
Llegó la energía para hacer y deshacer, el aplomo para afrontar, la seguridad de que hoy es él día. La locura para ser quien quieres ser, esa que creíste haber dejado olvidada en quién sabe dónde, qué buscaste sin éxito. Y recuerdas, recuerdas como te mirabas al espejo y decías ¿Qué coño te has hecho? Y luego pedías; vuelve, vuelve, vuelve. Sé que la mayoría conocemos esa angustia que nos acompaña cuando al levantar cada mañana nuestro corazón dice; un día más que acabe. ¿Y nuestra mente? Oxidada. Averiada y vencida de tanto pensar cómo, como salir de ese laberinto. Pareces tonto; que sí, subnormal. ¿Cómo lo consiguen?



Ahí está, ese día en el que dice ¡Al carajo! Ahora por mí, porque tampoco estoy tan mal ¿no? Y te das ese capricho, sólo si… pero que bien sienta. Disfrutas y tu mente te saluda ¿Lo ves? Tanto laberinto ni tanta leche, perdido en un cuarto de metro y medio. Solemos creernos desgraciados, porque yo, porque a mi… Y no nos damos cuenta de que los finales siempre son principios, de que los cambios generan oportunidades, de que la vida sigue y si te paras en tu pasado para sufrir con lo que te queda de un recuerdo que tú inventaste; estás jodido.
Llega. La paz y el sosiego, el sí porque quiero, las tardes de 24 horas, los “te quiero” gratuitos. Existen. Los abrazos a oscuras, las miradas penetrantes, las uñas clavadas en la piel. Una y dos y tres… y las veces que le permitas a la vida volver a “equivocarte”, arriesgar por el placer de ser feliz, agarrarte a la bolsa del momento y llevarte siempre la mochila de tu esencia. Aprendes. La lección de no olvidarte en el camino. Y ríes porque sabes que la próxima caída sólo te dolerá un instante, que tu espejo nunca más será una sombra.
La felicidad de saber que dónde estés tú, estés con quién estés, o si no hay con quien estar, las cosas estarán bien.¡Y joder! ¿Tanto Cuenta darte costaba?