viernes, 16 de mayo de 2014

"Si todo fuera olvidar y recordar"

Tenemos por costumbre creer que todo lo que no tiene relevancia, en cierto periodo de nuestra vida, ya la ha perdido definitivamente. Tenemos la mala costumbre de dejar descosidos a medio coser mientras que “no se noten”. Tenemos por habitual, dar por sentado que cuando algo pasó de largo es porque tuvo que pasar. Casi nunca nos cuestionamos las circunstancias en las que nuestro camino tomo otro rumbo diferente al de aquello que ya consideramos “olvidado” hasta que vuelve a ser “recuerdo”.



Soy consciente de que la mayoría de los que estáis leyendo ya andaréis divagando entre historias de amor frustradas o amistades perdidas; siento decepcionaros.  No me limito a las relaciones personales, de mayor o menor intensidad, que por una circunstancia u otra algún día terminaron (aunque también podemos aplicarlo). Hablo de todas aquellas oportunidades que tuviste un día; el día equivocado, de planes arriesgados que distes por insólitos en algún momento, de ese “yo nunca lo haría”, de tus mayores temores y más grandes esperanzas. De lo que yo hablo es de todo ese conjunto de experiencias, sensaciones, miedos, locuras… guardados en el cajón de todo aquello que un día decidiste no vivir y por ello creíste que la papeleta correcta para la mudanza era la de “objetos olvidados”.

A mí, con la palabra, me pasa algo parecido. A veces escribo términos, conceptos, que no creo adecuados para mi nivel lingüístico, literario, retórico o como queráis llamarle y por ello me postro, me siento demasiado pequeña, decido borrarlos y los doy por olvidados. Entonces, después de haber escrito unos cientos de folios más, me doy cuenta de que necesito un término menos simple al empleado y es ahí cuando me acuerdo de mis olvidos; que por no guardarlos en el cajón de “pendientes” son tan sólo recuerdos que  no pueden hacerse realidad. Y una vez más; me queda “literatura” vacía.

Dicen que todo lo que se aprende en la vida es bagaje personal, que nada se debe desechar, ni siquiera aquello que te ha provocado el dolor más insufrible. El ser humano tiene la virtud de ser un animal inteligente capaz de transformar las emociones, por ello hagamos como hace la materia (quizás más sabia que nosotros); no creemos de la nada, ni destruyamos lo que se nos ha dado, tan sólo transformemos todo aquello que nos rodea en vistas a nuestro propio beneficio. Probablemente algún día del resto de tu vida será el momento adecuado para hacer aquello sobre lo que una vez pensaste “yo nunca lo haría”, no te sientas mal por serle infiel a tu promesa y siéntete valiente por haber sido capaz de ir más allá de ella.

Por desgracia, como enunciaba Juan Cruz “Ahora vivimos en ese olvido en cuyo cajón está metido el sueño de las palabras, en este país en que el puño parece hablar más que la mano”

Si todo fuera olvidar y recordar a nuestro antojo, la vida sería lo sencilla que nadie dice que es. Pero, no la compliquemos más de la cuenta, no neguemos lo obvio y tampoco seamos demasiado evidentes. Adaptarse es la clave que lo mueve todo en este mundo, sólo con todas las armas en el cajón de “quizás algún día” la adaptación a lo que quiera que sea que nos depara el futuro será posible.



Y se consciente; recordar y olvidar son sólo eufemismos de la palabra “vivir”, y lo malo de las palabras es que siempre se las lleva el viento. 

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